En el séptimo trabajo se le encomienda a Hércules la captura de un Jabalí que asolaba la región.
El jabalí representa a la personalidad, al hombre que guiado por la pasión y el deseo devasta todo aquello por dónde pasa.

Antes de partir el maestro le recomienda que tome su tiempo para alimentarse, una alegoría de que para capturar al Jabalí, es decir para doblegar al deseo, antes debe de equilibrar o alinear su naturaleza inferior.

Para afrontar la tarea Hércules decide abandonar el arco que le había sido dado por Apolo por temor a incurrir de nuevo en el error de volver a matar, prueba evidente de su inseguridad a la hora de mantener el control sobre sus impulsos y premonitoria de un nuevo fracaso.

En el camino se encuentra con su amigo el centauro Folo. Junto a otro centauro, Quirón, se emborrachan con un tonel de vino que debía abrirse tan sólo ante todo el grupo de centauros por su carácter ceremonial. Ante la subsiguiente embriaguez, Hércules olvida el objeto de su tarea. Por otro lado, el jolgorio advierte al resto de centauros de lo acaecido y se entabla una severa lucha en la que por error Hércules, desposeído de sí mismo, mata a sus dos amigos centauros.

El vino es un objeto del deseo porque representa el elixir de la vida o de la inmortalidad, incluso del conocimiento y de la iniciación, asociado asimismo a la sangre. Pero todo es un espejismo provocado por la embriaguez. El vino trae también alegría, pero una alegría como ésta que nos oacupa del mito, fruto de la quimera, no puede sino acabar en pérdida y sufrimiento. El vino obtenido de la falsa vid no procura más que degeneración y funestas consecuencias. Jesús proclamó que Él era la verdadera vid y que los hombres no pueden pretender ser sarmientos de la viña de Dios si no permanecen en él. De otro modo no son más que sarmientos buenos para el fuego. Por ello, su sangre, es el vino de la nueva alianza.

Quirón representa al pensamiento correcto y Folo a la fuerza física. El mito nos muestra cómo el deseo no puede ser controlado ni por el pensamiento ni por la fuerza física.

Después de la hecatombe Hércules reemprende la búsqueda del jabalí en lo más alto de las montañas. Tan sólo elevando y transmutando nuestros deseos podremos controlarlos.

Aunque en la captura del toro de Creta ya había trascendido el deseo sexual, en este trabajo conseguirá controlar al deseo en toda su naturaleza.

Ya en lo alto de las montañas, Hércules prepara una trampa para atrapar al Jabalí, esperando en las sombras la acción del animal. Esta escena puede evocar la idea de que mediante la atención preparamos la trampa adecuada para que el deseo deje de ser el conductor de nuestras vidas.

Una vez capturado lo adiestra y domina. Después baja de las montañas cantando y bailando, conduciendo al jabalí asido por sus patas traseras, lo que provocó la risa entre las gentes del lugar.

La verdadera e imperecedera alegría es la que procede del corazón cuando la personalidad se manifiesta al servicio del alma. Esta alegría no atrae consecuencias aciagas como las que proceden del deseo, como se ha visto en el simbolismo del mito en el pasaje de la embriaguez con los centauros.

Es importante que veamos que en el sendero del discipulado nuestras habituales intenciones positivas de progreso no siempre se corresponden con nuestras posibilidades reales. A pesar de nuestro depurado propósito caemos muchas veces cautivos de nuestro propio engaño (estado de embriaguez, en el mito) por mucho que previamente nos lo hayamos propuesto (no matar, en el mito).

Pero contrariamente, como en el mito, las catástrofes que le sobrevienen al discípulo están destinadas a restaurar su equilibrio y, por ello, se tornan indispensables en el sendero del discipulado.

La consecución del equilibrio es el aspecto de este signo de Libra. El equilibrio y la armonía alcanzados a través de superación del antagonismo de los opuestos. Es una superación integradora, es decir, inclusiva de ambos polos Es el equilibrio que posibilita la alineación de nuestros cuerpos inferiores, el equilibrio que posibilita que el alma sea el guía conductor de la personalidad, de la misma forma como en el mito, Hércules conduce al jabalí por sus patas traseras.

Betania
2014